Tadao Ando es uno de los nombres más relevantes de la arquitectura contemporánea japonesa. Nació en Osaka en plena 2da Guerra Mundial (1941). Autodidacta y entusiasta del estilo Le Courbusier, su talante postmoderno, sobrio y limpio, está sin duda apegado a las ancestrales tradiciones niponas. La interacción de los elementos naturales con los materiales es otra de las características que más presencia tiene en sus construcciones.
Curioso y observador se formó principalmente gracias a sus viajes por Estados Unidos, Europa y África entre 1962 y 1969. En ellos se impregnó de la información proveniente de los edificios de Mies van der Rohe, Le Corbusier, Frank Lloyd Wright y Louis Kahn, influencias que lo animarían -a su regreso a Japón (1968)- a abrir su firma Osaka Tadao Ando Architects & Associates.
La fama y el reconocimiento vendrían tras 20 años de trabajo arduo y de perfeccionamiento de su propio estilo. En su primera obra, la Casa Azuma, Tadao Ando asoma los pasos iniciales de su interesante relación con los elementos, al crear un patio destinado al «juego del viento y la luz». Con éste, se atrevió a desafiar el principio de «facilidad y comodidad» presente en la arquitectura urbana japonesa de entonces y utilizó a este patio para comunicar tres espacios, haciendo fluir la luz y el aire.
Con los 80 llega su internacionalización. Erigido como máximo exponente de la nueva arquitectura japonesa, pronto obras como la urbanización Rokko Housing (1983-1993) y la Capilla en el monte Rokko (1986), empiezan a llamar la atención. Pero es el juego individualizado de la luz y el uso constante, casi obsesivo, del hormigón, -palpable en la Iglesia de la Luz (1989)- es lo que hace que sus obras sean objeto de estudio en Universidades y escuelas de diseño.
Los 90 trajeron al portafolio de Ando la posibilidad de lo efímero. Así pues, su nación puso en sus manos la creación del pabellón que los representaría en la Expo Sevilla del 92. La obra que en su momento fue, el edificio de madera más grande del mundo, fue además catalogado como el mejor de la Expo. El Kinari, logró pues su cometido en Sevilla: llevar al visitante a través del flujo de la cultura japonesa y catapultar a su creador.
Otra obra memorable de esa década es el Museo del bosque de tumbas, en el cual, a decir de su hacedor, buscó crear un museo ambiental que incorporara no sólo las tumbas diseminadas por el lugar, sino también el entorno natural de los montículos funerarios. La obra ubicada en el parque arqueológico de Fusoki-no-Oka, en Chikatsu-Asuka, al sur de la prefectura de Osaka, rinde homenaje al príncipe Shotoku (574-622), quien estableció los principios del gobierno civil en Japón. Así pues, de nuevo la austeridad del hormigón tomaba un papel principal en medio de una fértil planicie rodeada de árboles de cerezo y ciruelo.
Esta misma década lo premió con el Pritzker (1995) por su diseño del Centro de Convenciones Nagaragawa, galardón que se sumó al Premio del Instituto de Arquitectura de Japón (1979); al de Diseño Cultural de Japón (1983); al Premio de la Asociación Finlandesa de Arquitectura (1985) y al otorgado por la Academia Francesa de Arquitectura (1989).
Su meteórica carrera también ha recibido otro tipo de reconocimientos entre los que se cuentan Caballero de la Orden de las Artes y las Letras (República Francesa, 1995); Oficial de la Orden de las Artes y las Letras (República Francesa, 1997); Caballero de la Orden de la Cultura (Imperio de Japón, 2010) y Gran Oficial de la Orden de la Estrella de Italia (República Italiana, 2013).
Preocupado por su legado, en una entrevista reciente dijo que su foco está en concebir un universo donde lo antiguo y lo nuevo convivan, y así contribuir, “aunque sea una poco, en este maravilloso proceso de transmisión”. Quizás por eso, ya con más de 75 años a cuestas, el ex boxeador que colgara los guantes para abrazar el hormigón y las líneas arquitectónicas trabaja en la actualidad en la rehabilitación y transformación del museo de Punta della Dogana en Venecia, y en la recuperación de la Bourse de Commerçe de París, edificaciones que deberán ser inauguradas en 2018. Al parecer su consigna es construir hasta que el hormigón aguante.