El Olimpo de la arquitectura ya no está reservado sólo para las grandes estrellas. Gracias a los Premios A+, el acceso al estrellato es ahora democrático y recae sobre los méritos que el público general puede apreciar en las obras presentadas.
Sin embargo, el imperio de los grandes nombres en la arquitectura sigue vigente: Zaha Hadid, Gehry o Ingels siguen siendo la referencia de grandes obras. Pero los estudios emergentes tienen más posibilidades de formar parte de ese Olimpo arquitectónico que exhibe grandes e icónicas edificaciones en todo el mundo.
La globalización también afecta al arte de la construcción. La difusión que, a través de la internet, los arquitectos pueden hacer de sus trabajos, ha permitido que el público pueda tener contacto con artistas y estudios emergentes, pero tan geniales como las estrellas consagradas, generando todo un debate sobre el talento versus la experiencia.
Los dioses consagrados
El Olimpo de la arquitectura reúne a un grupo de estrellas que, por sus impresionantes trabajos, han logrado hacerse un nombre en su gremio, y a pesar de que este no es el más mediático, su fama ha trascendido los límites de su élite para llegar al conocimiento del público en general. Aunque evidentemente, este ascenso no haya sido fácil, actualmente, sus firmas son sinónimos de éxito y de íconos.
A este grupo de arquitectos se les ha brindado el nombre de Starchitects. Estas estrellas han sabido combinar el uso de las tecnologías y materiales no convencionales para hacer realidad proyectos que en maquetas parecen imposibles y que casi siempre, traen consigo una carga cultural y funcional que genera un máximo sentido de pertenencia de los usuarios a su comunidad.
Un ejemplo de lo anterior es Gehry y su “Efecto Bilbao”. Con la construcción del Gugguenhein, en el que una zona deprimida de una ciudad en declive, Gehry lo convirtió en un centro turístico y financiero con notables mejoras en la calidad de vida de su población y un renacer cultural notable.
Los semidioses
No estamos hablando de Hércules, Perseo o Argos sino de los arquitectos emergentes que han pasado a integrar la élite gracias a las nominaciones del público en los Premios A+, de manera que además de las especificaciones de la obra, también se juzga -directa o indirectamente- su estrategia de marketing.
TheSmile, el pabellón cultural de Alison Brooks Architects de Londres, la Iglesia Parroquial del Pueblo de Serena, México de Moneo Brock Studio, la Capilla de la Cinta de Hiroshi Nakamura y NAP en Japón, son algunas de las muestras de estudios no necesariamente conocidos a nivel macro que han destacado en la edición pasada del galardón.
Los nuevos astros gozan ahora de palestras en las que su trabajo puede mostrarse -aunque sea fugazmente- obteniendo la tan deseada “viralidad” en las redes sociales, lo que permite, al igual que a artistas en otras áreas, granjearse la simpatía del público llano, aunque sus méritos académicos, no sean del mismo calibre de los “dioses consagrados”. Tal es el caso del festival Burningman, en el que los asistentes tienen casi plena libertad para construir obras impresionantes con la condición de poder quemarlas al final del evento. Las muestras, dan para un catálogo increíble, como el Pabellón de los Sueños Tangenciales de Mamou-Mani en 2016 o el Embrace (de autor desconocido) en 2014.
La puerta del cielo
Pero para ingresar al Olimpo de la arquitectura, hace falta, además del obvio trabajo, tener valor. Las inscripciones del concurso Premios A+ para el 2019 -séptima edición- cerró el 29 de marzo (ver web de Architizer). El premio internacional que corona de olivos a sus ganadores está dirigido a arquitectos, diseñadores, y todos aquellos artistas relacionados al gremio, de todas las nacionalidades e independientemente de si trabajan en solitario o pertenecen a una firma. Los proyectos inscritos deben haber sido terminados en los últimos tres años previos a la edición y pueden inscribirse en diversas categorías.
El gremio de la arquitectura no se escapa entonces del debate generado por la globalización y la viralidad de los contenidos: ¿se mantiene el monopolio de las grandes firmas o se democratiza la fama? Sólo el tiempo dirá si los huéspedes del Olimpo serán cada vez menos exclusivos.