Armando Mundaraín, Masterchef con sabor a asado negro

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La Cuisine International

Los sabores venezolanos parecieran estar conquistando el mundo. La arepa, la hallaca y más reciente el pabellón han causado sensación en los exigentísimos paladares de las distintas versiones de uno de los programas más vistos del momento: MasterChef.

Es por eso que, aunque, la noticia del triunfo del venezolano Armando Mundaraín en Konyhafonok (una versión húngara de MasterChef) alegró a muchos, a nadie parecía sorprenderle. ¿Por qué? Pues porque en 2017 la médico carabobeña María Gracia Sosa ganó MasterChef Uruguay con un delicioso plato de chivo en coco y, un año después (2018), Sindy Lazo ganó la edición de MasterChef Latino, con una versión de la arepa reina pepiada con un guiso sabor a hallaca.

Así pues, en medio de un año signado por la pandemia, Mundaraín logró lo inesperado: sumar un triunfo más a la cocina venezolana, al conquistar los paladares de un panel conformado por el chef con una estrella Michelin, Ákos Sárközi, el primer chef húngaro en ganar una estrella en el extranjero, Jeno Rácz y Fedos Zé, Blogger gastronómico y uno de los miembros permanentes del programa, con un pabellón de receta familiar.

 

Hungría en el destino

“Todo el mundo pregunta lo mismo”, dice Armando Mundaraín al inquirirle sobre su escogencia de Hungría como destino de sus estudios. “La primera vez que llegué a Hungría fue con un intercambio estudiantil con AFS, en el año 2011. Para participar en este programa, debes tener máximo 17 años, pero ya había cumplido los 18 años y el único país que aceptaba esa edad era Hungría, así que ese fue mi destino. El programa duró un año y al culminar me devolví a Venezuela, pero con la certeza de que retornaría. Y así pasó. Presenté el examen de admisión de la Universidad de Negocios de Budapest estando en Venezuela, me aceptaron y volví en el 2013”.

Cuenta Mundaraín que en ese entonces su norte era especializarse en gerencia hotelera y catering, pero durante sus prácticas universitarias consiguió trabajo en un restaurante que tiene una estrella Michelin y su romance con la gastronomía dio inicio. “No tengo estudios formales en artes culinarias, mi interés por la cocina despertó en Europa, donde comencé a estudiar y aprender. Luego trabajé en cocina durante mis prácticas universitarias, porque para aprender a gerenciar hoteles y restaurantes la clave es el funcionamiento de la cocina. Una vez terminadas las prácticas me dieron trabajo, pues y allí empezó esta historia.”

 

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Venezuela, familia y emoción como aderezos

Armando Mundaraín es un hombre de fuertes lazos familiares. Para él su familia y sus padres, sobre todo, son el pilar de lo que ha logrado. “Mi familia es venezolana. Crecí rodeado de personas cercanas con mucho afecto, trabajadores, y optimistas, que procuraron siempre brindarme una buena educación y sembrar en mí la semilla de la curiosidad, de la excelencia y el buen vivir.”

Fueron estos fuertes vínculos los que inclinaron al joven cocinero a decantarse por un asado negro de receta familiar como plato final de competencia. ¿El resultado? Éxito total y un premio de 35 mil dólares.

“Efectivamente, hice un asado negro con puré de papas, plátano dulce con clavitos, guasacaca y chips de yuca. Para mí, el asado negro reúne en perfecta armonía lo que somos, a través de su compleja preparación e ingredientes únicos que me recuerdan a mi casa, a mi familia, a mi país, a los encuentros familiares del domingo o las cenas de navidad. Dentro de todas las opciones que tenía a mano me decidí por asado negro, primero porque la cocina húngara tiene platos o estofados parecidos, pero además, porque es una carta de presentación de quién soy y de dónde vengo. Para mí el asado negro es un viaje directo a mi casa. Recrear un plato como ese, te hace viajar nuevamente a momentos importantes. Sus aromas inconfundibles y las horas de preparación invertidas, lo convierten a en una obra de arte que te recuerda que hay sabores que nunca se olvidan”.

El chef Mundaraín, como ahora se le conoce, otorga gran peso a la emoción dentro de la creación culinaria. Explica que en su opinión se debe tomar en cuenta a los comensales y a los alimentos por igual, para así lograr la armonía que logre llevar disfrute a la experiencia de todos los sentidos involucrados en el acto de comer. “Todo chef quiere quedar estampado en la memoria de los comensales y para ello necesita crear una conexión emocional al momento de cocinar. Por eso para mí es tan importante esa sensación de una meditación activa que experimento desde que entró a la cocina, porque logro calmar mi mente y me permito fluir con la emoción, sin que los pensamientos influyan en el proceso”.

 

– ¿Por qué cree que está teniendo tanta aceptación la comida venezolana?

-Creo que porque quienes la cocinamos lo hacemos desde la nostalgia. Cuando se extraña demasiado uno sueña e idealiza. Estando fuera tratas de recrear esos platos porque te permiten evocar momentos felices y extraordinarios en tu casa, con tu familia y amigos en tu país, y es entonces cuando tus raíces, tu familia, se convierten en la inspiración y en el aderezo que logra acortar las distancias y enamorar a quienes no tienen idea de lo que es la cocina latina.

 

Cocina latinoamericana para el mundo

Armando Mundaraín es un enamorado de la mágica combinación dulce-salado de la mayoría de las recetas venezolanas. “Es el toque único y bien particular de nuestra cocina”, dice. Quizás sea por eso que, entre sus pertenencias más preciadas está el libro de Armando Scannone, la biblia de los sabores de la venezolanidad, que confiesa usar para todo.

 

Desde su triunfo en Konyhafonok le han llovido muchas ofertas. Sin embargo, Mundaraín tienes planes propios. Uno de ellos es aprovechar los pinitos que hizo como actor en Venezuela -gracias a que su padre y abuela son productores de cine y televisión-, para hacer un programa en Europa sobre la comida latinoamericana.

“La versatilidad y los sabores únicos que tienen muchos de los ingredientes que son propios de Latinoamérica no los hay en otros lugares. Por ejemplo, el maíz, la yuca, el plátano, que lo puedes preparar de diferentes formas y siempre son la presentación de nuestra cocina, forman parte de nuestra identidad. Además detrás de cada versión hay una historia que conecta con cada país, esa diversidad es extraordinaria y hace vibrar en la misma sintonía, en Europa hay un gran interés por las expresiones culturales de América Latina y obviamente la cocina está incluida en esta apertura”.

Ante tanta pasión por los sabores y el arraigo, se nos ocurrió hacer una pregunta que siempre hemos querido hacer a un chef:

  ¿Si los lugares tuvieran sabores, ¿cuál diría que es el sabor del lugar donde nació?

-A cachapa con queso de mano, malta y jugo de lechosa bien frío!!!

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